Enfermedades alimentarias o intolerancias
Que Ofrecemos
Si tienes una alergia o intolerancia alimentaria, acude a tu médico de confianza.
Al gluten, a la lactosa, al pescado, al huevo, los frutos secos… Son muchos los alimentos que pueden suponer un problema para algunas personas. Sin embargo, hay diferencias muy importantes entre las distintas reacciones adversas que pueden desencadenar los alimentos: desde una ligera molestia hasta incluso la muerte.
Hay que distinguir entre alergias e intolerancias alimentarias.
Todos hemos escuchado hablar de alergias e intolerancias alimentarias, dos cuestiones que están a la orden del día y que aparentemente van en aumento. Sin embargo, existen importantes diferencias entre ambas.
Diagnostico
Alergia o intolerancia alimentaria
Recuerda: si piensas que puedes tener una alergia o intolerancia alimentaria, acude a tu médico de confianza. Un diagnóstico a tiempo puede ahorrarte muchos problemas.
Las alergias tienen lugar cuando el cuerpo identifica una sustancia que debería ser inocua como algo extraño.
Nuestro sistema inmune desencadena una reacción para eliminarla del organismo, que incluye, entre otros, la producción de sustancias con acción inflamatoria como la histamina. Una alergia puede producir desde simples molestias cutáneas, como sarpullido, molestias digestivas, o hasta una grave reacción anafiláctica con inflamación de las vías respiratorias, que puede causar la asfixia y la muerte.
Por este motivo es fundamental que las alergias alimentarias estén diagnosticadas y que se cumpla a rajatabla la normativa (Anexo II del Reglamento 1169/2011 y Real Decreto 126/2015), que incluye la declaración de alguno de los 14 alérgenos, en los alimentos que podemos comprar o consumir. Incluso cantidades muy pequeñas de esos alimentos pueden provocar una reacción grave. Por este motivo, aunque el alimento no lleve entre sus ingredientes alguno de los 14 alérgenos, se debe indicar si se ha fabricado o envasado en una instalación donde se manipulan, o si alguno de sus ingredientes podría contener cantidades mínimas (la famosa frase de “puede contener trazas de…”).
Las personas con una alergia diagnosticada a alguno de estos alimentos pueden necesitar llevar siempre consigo una jeringuilla precargada de adrenalina, para su uso en caso de una reacción anafiláctica como primera intervención.
El ejemplo más típico es la intolerancia a la lactosa. Este azúcar que contiene la leche está formado por dos moléculas unidas: glucosa y galactosa. Para poder absorberlas, nuestro organismo debe romper la unión entre ambas, de lo que se encarga una enzima presente en nuestro intestino llamada lactasa. Algunas personas, por cuestiones genéticas, pierden en la etapa adulta la capacidad de producir lactasa. Esto hace que ese azúcar llegue al colon, donde las bacterias que residen allí lo fermentan, produciendo los síntomas conocidos (dolor o hinchazón abdominal, diarreas, náuseas…). En este caso nos encontraríamos con una intolerancia primaria a la lactosa. Junto con la lactosa, la otra intolerancia metabólica que se encuentra bien definida es la intolerancia a la fructosa.
Por otro lado, algunas enfermedades crónicas o circunstanciales, como la celiaquía, la enfermedad de Crohn o alteraciones en la microbiota o flora intestinal pueden hacer que la producción de lactasa se reduzca. Estaríamos, en ese caso, ante una intolerancia secundaria a la lactosa.
Los síntomas de las intolerancias alimentarias suelen, sobre todo, limitarse al aparato digestivo, y no suelen poner en peligro la vida del que las sufre. Son, sin embargo, molestas y pueden ser muy limitantes para la persona que las padece.
Es importante saber que sólo determinadas pruebas pueden detectar si padecemos una alergia o una intolerancia alimentaria.
En el caso de la alergia, la prueba más habitual es el prick test o prueba cutánea, en la que se compara la reacción al alérgeno con un patrón de referencia, que es la histamina. Otros test adicionales pueden ser un análisis de IgE en sangre o una prueba de provocación controlada con el alimento, en entorno hospitalario.
Por otra parte, las intolerancias alimentarias pueden diagnosticarse con un test genético, que nos va a decir si tenemos la capacidad de producir esas enzimas digestivas o no. En algunos casos como la celiaquía, si el test es positivo, podemos necesitar pruebas adicionales para conocer nuestra respuesta ante la enfermedad.
Lo que en cualquier caso no es válido son los test de intolerancia basados en aparatos de lo más variopinto que se pueden encontrar en algunos establecimientos.
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Preguntas Frecuentes
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